La comunicación que tuvo durante mucho tiempo el pueblo, como era natural en la época, fueron las caballerías o el imprescindible camino de San Fernando.
Para ir a Antequera, la localidad importante más cercana, o a Málaga, podía irse hasta Archidona (unos 20 kilómetros de camino) y allí coger el tren.
Cuando se iba a ferias, romerías, excursiones... o a pie o en bestias o todos en la caja de un camión.
El cambio llegó con la iniciativa de una familia emprendedora que compró un coche que hacía el servicio hasta Antequera ida y vuelta cada día. Más tarde compraron otro con algo más de capacidad al que se le llamaba "el correíllo". Pasaba por todos los pueblos intermedios y por la Estación de Archidona para recoger el correo.
Cuando tuvieron concedida la licencia para la línea a Antequera la empresa empezó a crecer. Otra empresa, la de Casado, hacía la línea hasta Málaga. Había también un par de coches particulares que funcionaban como taxis: el de "Requeté" y el de "Lalúa". Se hacía uso de ellos cuando alguien tenía un viaje imprevisto, una visita médica cuyo horario no cuadraba con la empresa... pocas veces o ninguna por placer u ocio.
En la foto aparece uno de los primeros autocares Torres. Se le llamaba "la empresa" pero también, y más a menudo, lansina. He buscado el origen de esta denominación y no corresponde a ninguna palabra castellana que remita a autocares, autobuses, medios de locomoción en general...
El origen parece ser la fundación en 1920 en Pons de una línea de transporte que acabó ampliándose por Andalucía. Uno de los fundadores era Francisco Alsina y otro José Graells. La empresa se llamó Alsina Graells y probablemente, por extensión y deformación dialectal, se le llamó por aquellas tierras lansina a todos los autocares.
Esperar a lansina de Málaga -que llegaba sobre las nueve de la noche-
era una de las actividades que hacíamos los niños en verano, y los no
tan niños. Se comentaba quién llegaba, de qué familia eran, que bultos o equipaje
acarreaban... Una distracción que, explicada hoy en día, puede dejar
perplejos a nuestros jóvenes pero que era todo un acontecimiento diario.
De los primeros años se cuenta una anécdota muy graciosa que, además, da idea de la escasez de coches en toda la comarca. Medina, uno de los "ricos" del pueblo tenía un coche y un cortijo cerca del pueblo. Al atardecer, cuando quería volver a casa oteaba el horizonte y cuando en una de las curvas veía aparecer la ansina emprendía el camino. El hombre quería tener la seguridad de que si sufría una avería, cosa frecuente en la época, podrían recogerlo y llevarlo hasta el pueblo. La gente, que como ya he comentado, hacían de la llegada del autocar una actividad de ocio, empezó a relacionar la llegada de Medina y, al cabo de pocos minutos, la de lansina. Y de ahí a la guasa, un paso: "En llegando Medina, detrás viene lansina".
Correlación Medina/ansina= 100 %.
(Imagen: fotografía de 1950? publicada en el libro "Memoria sin sombra" de José Terrón Arjona, 2012)
Tu entrada me ha hecho recordar la gracia que le hacía a mi padre contar cómo cuando cogían el único coche del pueblo, de un tal Javier, para venir a la capital, todos los ocupantes iban en tensión por lo que corría, pasando a veces de 40 km por hora.
ResponderEliminarLo que cuentas, irremediablemente, me lleva a historias familiares. Menos mal que ésta no la recuerdo en primera persona.
Un beso.
Bueno, es que ir en aquellas carreterillas (por lo menos así eran las de mi pueblo) sin arcenes, con las ramas de los olivos adentrándose en ellas, con las ventanillas abiertas y el zumbido del aire y rodeados de equipaje, bultos y exceso de pasajeros debía dar una sensación de desastre inminente que ¡¡¡ríete tú de la fórmula 1!!!!
ResponderEliminarBesos