jueves, 19 de abril de 2012

Vente a Alemania

Un joven se va a Alemania. Desde allí escribe a sus amigos y les manda una fotografía.
Son muchos los lugares que puede escoger para hacérsela: grandes avenidas, edificios importantes, industrias imponentes... Pero elige un coche. Puede que sea suyo o puede que no. Está al volante. Controla su destino. La puerta abierta, como un gesto de invitación.

Al recibo de la presente espero que estéis bien. Yo bien, gracias a Dios.

Hay aquí unas piscinas enormes, como diez o doce albercas juntas y con agua mansa, no como el río.
Sí, claro, pagar hay que pagar para bañarse en ellas.

Tenemos en la casa un aparato en el que metes un vaso de agua y te la puedes beber fresquita. Y el queso te dura varios días.
Sí, bueno, como el botijo y el queso echado en aceite, más o menos.

En un solo edificio cabrían dos o tres calles de nuestro pueblo y las personas están muy cerca unas de otras.
No, al fresco no salimos. ¿De qué íbamos a hablar si casi no los conozco?

En los cines llegan las películas recién estrenadas en América.
No, de verano no hay, ni te dejan comer pipas. No se entiende mucho pero vamos, de tiros y de romanos son fáciles de seguir.

Los bares son grandes, calentitos en invierno y frescos en verano.
No, bueno, tapas no, que no saben lo que es.

Hay tiendas donde venden cosas que no os podríais ni imaginar.
No, no, tocarles por la noche para que te vendan algo que necesitas, no, que no viven dentro.

Grandes parques y sitios donde divertirse, los que queráis.
Bueno, a cualquier hora no, que esta gente es muy estricta con los horarios.

Las alemanas son todas rubias, con ojos azules y blanquitas de piel.
Ah, simpáticas no sé. No me miran mucho. Incluso arrugan un poco la nariz porque soy demasiado moreno.

El otro día fui a bailar a un local muy animado.
¿Pasodobles? No, pedí "En er mundo" pero no se la sabían. No, no, tampoco tocaban por Antonio Machín.

Te subes en un autobús que te lleva por toda la ciudad.
No, vamos, que no lo necesito, es un decir, que yo aquí vivo con los del pueblo y no tengo que ir a ver a nadie.

Ya estoy aprendiendo alemán.
Jalo, ofbidersen, gutenmorguen, gutenac, meinnamenisNarcisus... Total, no es tan diferente.

En la fábrica estoy muy bien considerado y mi trabajo me gusta.
No, como ellos no gano pero claro, estoy aprendiendo y como son tantas horas las que estoy allí dentro el día se me pasa volando.

Se acabaron los terrones y las alpargatas. El calor de la siesta, los cigarros de picadura, el café de cebada... Ya no habrá que volver a bañarse en la alberca, ni tener que requebrar a las niñas en el pilar, que aquí hay agua corriente y no se llena el cántaro. No tendremos que beber aguardiente, que es de paletos. Aquí la gente se emborracha con cerveza. Como no hace tanto sol en poco tiempo se nos irá esta cara renegrida; así están ellos de blanquitos, de tanta nube. No nos tendremos que enterar de las broncas que nos echen porque cuando hablan deprisa no hay quien les siga. En cuatro días todos con coche, ya encontraremos dónde ir.
Animaos. El futuro está aquí. 

Y la vida da vueltas. Y va, y viene. Y lo de arriba se pone cabeza abajo y vuelta a empezar. Y pronto nuestros jóvenes volverán a recibir cartas con fotos como ésta para ir a encontrar la felicidad a Alemania donde tantos ¿la encontraron?

(Imagen: foto familiar. Enviada por un amigo de mi padre. Años 50)

4 comentarios:

  1. No sé si la encontraron o no. Quiero creer que sí. El ser humano tiene gran capacidad de adaptabilidad.
    Obedecieron la voz del paisano "Ven pa Alemania, Pepe" y más de uno creyó que fuera de su pueblo se ataban los perros con longaniza.
    Y se fueron, dejaron a los suyos, se acostumbraron, se acomodaron, se reiniciaron y aprendendieron de otros conservando lo suyo y luchando por no perder las raíces.
    Y no hacía falta irse tan lejos.
    Siempre nos quedará la duda de cómo hubieran sido sus vidas y las de su prole si no se hubieran ido ni a Alemania, ni a cualquier otro sitio lejano.
    Y ahora, a ver lo que nos espera.
    Un beso.

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    1. Curiosamente algunos de los que aguantaron aquí nada tuvieron que envidiar después a los que se habían desarraigado.
      Besos.

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  2. Mis tíos emigraron a Alemania. Fotos de campesinos renegridos, enjutos, casi como salidos de un campo de concentración, en la estación del tren, con una maleta de cartón enorme, atada con un cinturón.

    Actualmente, muchos de sus hijos están volviendo a Alemania.
    Sí, esto da muchas vueltas. A ver si somos capaces alguna vez de parar este carrusel.

    Un abrazo Ana.

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    1. Sí, las fotos de las estaciones de tren eran espeluznantes. Hace unos años fui a visitar un vagón del "Sevillano" restaurado con una exposición fotográfica aneja y se encogía el corazón.
      Besos.

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