
Pero hoy es el día del padre y me apetece hacer una reflexión sobre lo que el padre representa en nuestras vidas y anotar algunas cosas que quizá algún día mis hijos quieran conocer sobre su abuelo.
Lo han conocido poco: cuando nacieron él ya había vuelto al pueblo y apenas lo ven unas semanas en el verano y unos pocos días en Navidad.


Vive solo, con 86 años -también es verdad que porque es libre e independiente por carácter.
Sufrió una terrible pérdida que lo mantuvo en estado de estupor durante años y ahora sufre por sus nietos y lo que se avecina.
Pero hoy es un día alegre. No importa si es comercial o no, si las marcas de colonias llevan semanas bombardeándonos para que no nos olvidemos. Es un día para celebrar que están quienes nos criaron o, en el peor de los casos, que siguen vivos en la memoria.
Estas fotos que ilustran el blog son de mis preferidas.
En la primera vemos a mi padre, años cincuenta, exultante y feliz. Mira a la cámara con sonrisa en la boca y en los ojos. Arreglado. Siempre ha querido ser un figurín. ¿Qué se puede decir de este traje y esa corbata a la moda? ¿Y el peinado? No se arregló para la foto. Seguro. Él es así incluso ahora: genio y figura... Se viste para ir al mercado, para acercarse a hacer unos recados. Trajes, corbatas, chalecos, gabardinas... Su armario nos dice que no ha perdido ni la coquetería, ni la elegancia, ni las ganas de decir: éste soy yo; lo que veis es importante, la forma hace el fondo también.
La segunda es entrañable. Estamos en la playa de Castelldefels. Yo, tres años, juego en la arena con los cubitos y mi padre me mira. Nos hemos reecontrado después de estar separados un año. Él emigró y yo me quedé en el pueblo, primero con mi madre, y unos meses después, con mis abuelos y tíos. Seguro que le he echado de menos y él a mí. La foto que llevaba en la cartera está arrugada y estropeada de tanto sacarla y mirarla. Es muy estricto conmigo: quiere que crezca bien educada y sea una mujer de provecho pero cualquier cosa que me pasa le altera y pierde la serenidad si un día vomito, o añoro el pueblo, o no como.
La tercera está tomada un dia de excursión. Se prepara para beber en una fuente de la montaña -antes las cosas eran así, no daba miedo beber lo que no saliera de una cañería clorada-. Está delgado, es joven, ágil. El polo que lleva lo recuerdo muy bien. Un día llamaron a la puerta de casa y yo, que lloraba, entre lágrimas solo vi el polo de mi padre y me abracé a sus piernas desconsolada. Después levanté la cabeza y no era él, era una paisano que había venido de visita y se encontró padre por un momento.
En la última estamos en una boda. Mi padre me lleva en brazos -tengo muchas fotografías en las que estoy en sus brazos-. Yo estoy seria, un poco asombrada y mi padre luce una media sonrisa de satisfacción.
Cuando los años pasan y eres responsable de otras personas -incluso de los que te criaron- y debes tomar decisiones, corregir, aconsejar, perdonar, consolar, regañar... echas de menos acurrucarte en unos brazos que todo lo pueden y creer que ahí estás a salvo y que la vida pasará por tu lado sin herirte o, si te hiere, todo tendrá remedio.
Esta entrada está dedicada a mi padre y a todos los padres que están presentes o en el recuerdo de aquellos a quienes quisieron.
Imágenes: fotografías familiares (años 50 y 60).
Una entrada entrañable, Ana.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, verdaderamente entrañable. Como tantas otras veces veo tus fotos y veo las mías, en la playa, en sus brazos,..
ResponderEliminarTe echaba de menos.
Un abrazo.
Gracias.
ResponderEliminarSí, ahora tardo más en escribir.
Cuando se pasan épocas demasiado melancólicas volver al pasado es especialmente doloroso. Buscaré algo divertido para la próxima.
Un abrazo.