Recordar a quienes me precedieron. Legar a quienes me siguen. Historias personales en las que, quizás, puedas reconocerte.

viernes, 25 de mayo de 2012
Sorteo de quintos
Esta fotografía se encuentra hoy en día en el Ayuntamiento de mi pueblo.
Debe estar hecha en 1908 ó 1909. La solemnidad del momento venía determinada por la causa de la reunión: sorteo de quintos. Los representantes municipales se reunían y una mano inocente determinaba quiénes de los jóvenes del municipio irían al servicio militar y quiénes podrían eludirlo.
El escenario es el antiguo Ayuntamiento -todavía le llamaban el pósito-. Preside el salón una foto de Alfonso XIII, reinante en aquel momento. Curiosamente no se ve ningún signo religioso como podría deducirse de la época.
El niño que aparace a la izquierda de la fotografía fue ese año la mano inocente. Es mi abuelo materno, Gonzalo Benítez Arias. Lo llevó su tío político -aparece a su lado, con bigote- Francisco Cabrera Muñoz, con el cual vivía. Su tío debía tener algún cargo municipal o debía participar de alguna manera en actos de ese tipo.
Ya he comentado en otras ocasiones que en aquella época muchas familias, cargadas de hijos, repartían algunos entre los familiares que no podían tenerlos. El caso de mi abuelo no fue exactamente así: uno de sus hermanos se puso enfermo y su madre, Adela Arias, se fue a Málaga con él para tratarlo. Mientras tanto dejó a su primogénito, con unos tres añitos, con su cuñada, Aurora Benítez Hinojosa. Al volver, sus tíos, que no tenían hijos, porfiaron por tenerlo un poco más, un poco más... hasta que se quedó definitivamente con la conformidad de sus padres que iban teniendo un hijo tras otro.
Ellos lo criaron y su tío político fue quien más lo quiso.
De la chacha Aurora no nos queda ninguna fotografía, no porque se haya perdido, sino porque jamás se hizo ninguna. Decía que para qué, para que luego los descendientes dijeran: "Ah, ésta, una chacha de mi marido". Pobre. Quizá ahora conseguiría la inmortalidad en Internet si no hubiera sido tan orgullosa.
Del chacho Pinturas, como se apodaba a su tío, siempre hubo en casa de mis abuelos una gran fotografía que estaba en lo que se llamaba "la subida de la escalera": un tramo entre habitaciones. Sus ojos te seguían allí donde te colocaras con lo cual era ciertamente un retrato inquietante. Hace años desapareció esa fotografía, parece ser que cedida por una tía mía a la familia directa de él, sobrinos lejanos ya, evidentemente.
La chacha Aurora fue una mujer despegada, desabrida y muy, muy tacaña. Mi abuelo aprendió de ella ese desapego y la obsesión por el ahorro. Tanto era así que cuando a mi abuelo le tocó hacer el servicio militar ella quiso pagar para librarlo y él no quiso: prefirió pasar ¡tres años! en Melilla y destinar el dinero a comprar una tierra.
La chacha y su marido habían sido novios en su juventud y lo habían dejado. Él se casó, ella no. Cuando se quedó viudo, sin hijos, ya mayores los dos, se casaron. Mi abuelo recordaba una anécdota dolorosa: una vez discutió con su tía y, en el calor de la discusión, le dijo algo así como que se tuvo que casar con un viudo (algo humillante porque significaba que no te habían querido "a la primera") y que ella le dio tal bofetón que tuvieron que ir al médico porque no podían cortarle la hemorragia nasal que le provocó.
Su tío, a pesar de no ser de su sangre, lo quería mucho y en el lecho de muerte quiso dejarle toda su herencia (él no era adoptado legalmente y, por lo tanto, su herencia pasaría a sus sobrinos directos). Pidió que llamaran al notario, que tenía que venir de Archidona. Le dijeron que vendría al día siguiente pero él dijo que ya no daría tiempo. Y efectivamente, murió aquella noche y todo lo suyo no pudo ser para el niño que tanto había querido.
(Imagen: fotografía familiar. 1908 ó 1909)
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Sin duda heredó lo mejor que podía heredar y que no le iba a quitar nadie.
ResponderEliminarSí. Y su foto ocupó un lugar de honor en su casa durante toda su vida. Le dejó huella
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