El pasado personal nos construye. De él venimos y a lo que otros vivieron le debemos mucho de lo bueno y de lo malo que somos.
Mi padre tendría seis o siete años cuando mi abuelo Nicolás se quedó sin
su trabajo de guarda de campo. Mi padre, llorando, sólo acertaba a
decir: “Entonces ya no podré ser zapatero”. Porque era toda una carrera y
una liberación, para quienes no tenían tierras suficientes para
trabajar en lo suyo, el hecho de no tener que ir de jornalero con nadie.
Zapatero era, en aquel lugar y en aquel tiempo, casi una profesión
liberal, con prestigio -no sólo arreglaban sino que también hacían
zapatos-, que permitía vivir con dignidad y sin la dureza del campo.
En esta foto mi padre está en su zapatería, cerca de las Pilas, el
lavadero público del pueblo, con dos aprendices suyos y rodeado de las
herramientas y materiales usuales de su trabajo. La zapatería no era
sólo eso: era un casinillo, un lugar de reunión para los hombres del
campo cuando llovía y no salían a las tierras, o en las horas de sol en
el verano, cuando ya habían vuelto “de mañaná”, o en las épocas en que
no se hacían demasiadas labores; para los viajantes, que estaban unos
días en el pueblo, se hospedaban en la fonda, charlaban y se
ralacionaban con todo el mundo; para los enfermos, que se recuperaban
con la charla y con los cigarrillos compartidos; para el "tonto del
pueblo"; para los chiquillos que no tenían la obligación de la
escuela... Las mujeres, por el contrario, tenían pánico de ir allí: se
las miraba, se las piropeaba, se juzgaba cómo eran, lo que hacían, su
fama, su vida… Las madres sólo mandaban a las niñas o iban ellas mismas:
las mocitas casaderas evitaban incluso pasar por la puerta.
Mi padre tenía fama de ser un “echao pa’lante”. Por eso, y porque era
casi ocho años mayor que ella, cuando se "arrimó" a mi madre su familia
no lo vio con buenos ojos. Pero aquel iba a ser el final de su carrera
de mujeriego y estaba escrito: mi madre me contaba que el día en que él
se fue a la mili –ella era una niña de unos once o doce años- fue a la
plaza a verlo subirse al camión de los quintos. Subió de un salto, con
desparpajo y chulería, y ella penso en qué buen novio sería.
(Imagen: foto familiar. Año 1953 aproximadamente)
Pues a tenor de lo narrado, en la zapatería ejercía una labor social importante avanzada en el tiempo aunque la mujer lo tuviera difícil.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, eran puras redes sociales. Besos
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